Agencia Excélsior. Diciembre 11, 2024.
Cada 12 de diciembre, la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México se llena de música y devoción. Miles de fieles llegan al santuario, al pie del cerro del Tepeyac, para honrar a la Virgen de Guadalupe con ofrendas, rezos y, como es tradición desde hace más de siete décadas, con la entonación de ‘Las Mañanitas’.
Aunque este acto parece una costumbre tan arraigada que da la impresión de haber existido siempre, su origen tiene una historia curiosa y espontánea que la convirtió en una de las celebraciones religiosas más queridas de México.
Fue en 1951 cuando se transmitieron por primera vez ‘Las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe’. En ese entonces, muy pocas familias mexicanas tenían acceso a la televisión, pero eso no impidió que el suceso marcara el inicio del evento que hoy conocemos.
Carlos Salinas Saucedo, productor del programa hasta 1997, relató para el medio ‘Desde la fe’ que los primeros homenajes eran más improvisados que organizados.
“Había un micrófono puesto en la Colegiata y cualquier artista o trío cantaba cualquier canción. Así llegaron Ferrusquilla, y otros artistas, incluso, recuerdo a un señor que tocaba melodías golpeando su serrucho y cantaba”, explicó Salinas Saucedo.
Estos artistas se reunían cerca de la medianoche del 11 de diciembre, sobre la Calzada de Guadalupe, para caminar rumbo a la Basílica y cantar. Sin embargo, ‘Las Mañanitas’ como las conocemos hoy nacieron de un accidente.
En 1955, Rafael Solana, conductor invitado en la transmisión, realizó un anuncio que marcaría un antes y un después en esta celebración:
“Faltan 10 minutos para la medianoche, cuando todo el pueblo de México le va a cantar Las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe”. Este comentario tomó por sorpresa al equipo técnico, quienes improvisaron para responder a las expectativas generadas.
“Nosotros estábamos en el camión de Control Remoto. Teníamos una cámara arriba del camión y equipo de luz para iluminar la fachada de la Basílica”, relató Salinas Saucedo. De inmediato, se colocó un monitor y un micrófono sobre el techo del camión, y Gustavo Olguín, encargado de la organización, se subió para dirigir al público. “Se quitó la cachucha y dijo a la gente: ‘Vamos a cantar Las Mañanitas’. Hicieron un ensayo rápido, contó: uno, dos, tres… ¡y todos cantaron!”, añadió el productor.
En aquel momento, las relaciones entre México y la Santa Sede aún no permitían que se realizaran transmisiones desde el interior de la Basílica. Sin embargo, en 1956, monseñor Guillermo Schulemburg, entonces Abad de la Basílica de Guadalupe, autorizó que un grupo de artistas interpretara ‘Las Mañanitas’ justo a la medianoche, dentro del recinto sagrado.
Entre los primeros invitados a participar estuvieron grandes figuras de la música mexicana como Lola Beltrán, María Victoria, Tomás Méndez, Amalia Mendoza ‘La Tariácuri’ y el organista Juan Torres.
Desde entonces, el evento comenzó a ganar popularidad, atrayendo a artistas reconocidos que deseaban rendir homenaje a la Virgen y, al mismo tiempo, participar en un programa visto por millones de personas en todo México y más allá.
A medida que la tradición crecía, también lo hacía su alcance. En los años siguientes, ‘Las Mañanitas a la Virgen’ se convirtieron en un programa esperado no solo por los fieles que acudían a la Basílica, sino también por los millones de hogares mexicanos que sintonizaban la transmisión. Con el tiempo, el evento dejó de ser una simple reunión de artistas para convertirse en un espectáculo cuidadosamente organizado, con producción de alta calidad y un elenco de estrellas.
Además, la incorporación de grupos icónicos como el Mariachi Vargas de Tecalitlán y el Mariachi Gama Mil enriqueció la experiencia musical del evento, que año con año combina música tradicional mexicana con piezas religiosas.
Para los fieles, ‘Las Mañanitas a la Virgen’ no son solo un evento religioso, sino también un espectáculo que celebra el talento musical y la tradición cultural de México, manteniendo viva una costumbre que, aunque nació por accidente, continúa siendo el corazón de las festividades guadalupanas.