Agencia Uno TV. Marzo 06, 2025.
El hambre emocional está descrita como la actitud de hacer frente las emociones con la comida. De acuerdo con Nava Ponce este tipo de conducta “es parte de la modificación de la conducta alimentaria basado en una respuesta de recompensa con los alimentos y que esos mismos alimentos me promueven una cierta percepción de bienestar cuando yo no gestiono bien mis emociones“.
Un aspecto importante del hambre emocional es que ésta no discrimina, pues no depende de la composición corporal de las personas, es decir, cualquier persona sin importar su peso puede tener “hambre emocional”.
“Hay personas que viven con obesidad y tienen comer emocional, pero también hay personas con un peso sano que experimentan comer emocional”, dice. Esto debe a que el hambre emocional “se regula a nivel de un sistema que se llama sistema mesolímbico de la recompensa”, agrega.
“Si yo tengo comer emocional y cada vez que tengo estrés, ansiedad, enojo, aburrimiento, felicidad, etcétera, me recompenso con el alimento, esto sólo es un reforzador positivo a lo largo del tiempo y cada vez más mi cerebro lo va a buscar y entonces no voy a saber diferenciar entre una y otra, entre hambre y apetito”.
De acuerdo con la especialista en obesidad, lo primero que puede hacer una persona para identificar si padece “hambre emocional” es “identificar la diferencia entre hambre y apetito“, ya que asegura, “son dos cosas diferentes” y explica por qué:
“El hambre biológica está desencadenada por una cascada de reacciones que se inician por el déficit calórico. O sea, me falta energía porque ya ya llevo sin comer tal vez 5 o 6 horas, y entonces mi cuerpo, la hipoglucemia que se genera, entre otras sensaciones y otras percepciones del tracto gastrointestinal, empieza a producir hormonas que le dan la señal a mi cerebro de llevar a cabo el acto de comer”, explica.
Por otro lado, sostiene que el apetito “no está diseñado para reponer las reservas energéticas y entonces no está desencadenado porque hayan pasado ya varias horas en ayuno, sino que se percibe como un impulso, es un antojo. O sea, apetito es un antojo y generalmente se produce por el estado emocional, la privación de sueño o estímulos externos”.
Tener clara la diferencia entre hambre y apetito puede ayudar a que las personas se autocuestionen y analicen qué es lo que sienten realmente.
“Preguntarme ahora si dormí bien, cómo está mi estado emocional, estoy recibiendo estímulos externos, fue porque tal vez lo vi en TikTok o me llegó un comercial”, detalla la experta.
Nava Ponce ofreció una serie de herramientas que se pueden implementar en caso de tener hambre emocional. No obstante, enfatizó que lo mejor siempre será buscar ayuda profesional multidisciplinaria.
Para hacer frente al hambre emocional, la especialista sugiere echar mano de lo que llama “kit de emergencia”, el cual se basa en detenerse a pensar antes de comer.
“Se basa en que cuando tú sientes que tienes hambre, pares un minuto y pienses si realmente necesitas comer algo, si es hambre o apetito, cuánto tiempo llevas sin comer, si cubriste tus necesidades básicas de alimento (desayuno, comida y cena), así como cuál es tu estado emocional”
Tania Nava Ponce, especialista en Medicina Interna, Obesidad y Comorbilidades
Según la especialista, el kit de emergencia puede ser una buena herramienta, incluso, después de haber reaccionado al impulso de comer ante una emoción.
“Si en ese momento el estrés es muy fuerte y necesitas la recompensa o incluso tu poco control cognitivo realmente te lleva a no poder parar y pensar en eso, y ejecutar la acción de comer un alimento altamente palatible que te va a reconfortar, puedes compensarlo de una buena forma, por ejemplo, en tu siguiente comida comes lo más correctamente posible”, agregó Tania Nava Ponce, especialista en Medicina Interna, Obesidad y Comorbilidades.
Predisponer conductas que ayuden a “distraer al cerebro” puede ayudar a evitar consumir alimentos que no se necesitan y que no tienen su origen en el hambre física.
“Controlar los estímulos externos que hay alrededor mío” puede ser de mucha ayuda. Un ejemplo de esto es no “estar pensando todo el tiempo en qué voy a comer, cuánto voy a comer, a qué hora voy a comer, etcétera”; así como “no tener alimentos altamente palativos, procesados o que yo sé que cuando estoy enojada me los como”, dice Nava Ponce.