Agencia Excélsior. Junio 10, 2025.
En plena ola de calor, hay una forma de mantener fresca el agua, sin necesidad de utilizar el refrigerador o usar hielos. Poner el agua en una olla de barro, hace que se perciba más fresca.
¿Pero por qué el agua en estos recipientes sabe más fresca que en botellas de plástico o jarras de vidrio?
La respuesta esta sensación de frescura está en un fenómeno físico conocido como enfriamiento por evaporación. Las ollas de barro están hechas de arcilla sin esmaltar, lo que las hace porosas.
Esto permite que una mínima cantidad de agua se filtre hacia la superficie exterior del recipiente. Es como si la olla estuviera sudando, pero es el agua que escurre de adentro para afuera.
Cuando esta agua llega al exterior, entra en contacto con el aire caliente y comienza a evaporarse. Para que ocurra este proceso, el agua necesita absorber energía térmica, que toma del interior de la olla.
El barro es un material poroso que permite una mayor interacción con el aire, y el contenido de la olla, en este caso, agua.
El resultado es una disminución de la temperatura del líquido restante, haciéndolo más fresco de manera natural, sin necesidad de refrigeración.
Este método es particularmente eficaz en climas cálidos y secos, donde el proceso de evaporación es más rápido.
Por eso, en muchas regiones del mundo, como México, India, Egipto o Medio Oriente, las ollas de barro siguen siendo un elemento indispensable en los hogares rurales.
Además del efecto evaporativo, el barro tiene una baja conductividad térmica, lo que significa que no permite que el calor del ambiente penetre fácilmente.
Esta propiedad ayuda a mantener el interior de la olla más fresco por más tiempo, lo que refuerza la percepción de que el agua “sabe más fría”.
Otra ventaja es que el barro no altera negativamente el sabor del agua. De hecho, muchos consumidores aseguran que el agua almacenada en estos recipientes tiene un sabor más natural y agradable en comparación con la que se conserva en envases de plástico o metal.
El sabor más “rico” o “refrescante” del agua en ollas de barro también se debe a que este material puede liberar pequeñas cantidades de minerales como el calcio, hierro o magnesio, sin que representen un riesgo para la salud. Esto puede influir sutilmente en el gusto, haciéndolo más suave o agradable al paladar.
Además, las ollas de barro no contienen químicos ni liberan microplásticos como sucede con algunos recipientes industriales, lo que las convierte en una opción segura y saludable para el consumo humano.
Usar ollas de barro para almacenar agua no solo tiene beneficios físicos y sensoriales, sino también culturales y ecológicos.
Estos recipientes son reutilizables, biodegradables, accesibles y fáciles de producir localmente.
Además, representan una conexión con el conocimiento tradicional que durante siglos ha ofrecido soluciones sustentables y eficaces frente al clima extremo.
Muchos pueblos indígenas y comunidades rurales mexicanas han conservado esta práctica como parte de su identidad cultural. Hoy, en plena crisis climática, estas soluciones tradicionales están siendo redescubiertas y valoradas por su eficacia y bajo impacto ambiental.