Al filo de la noticia

Síndrome del nido vacío: ¿duelo o liberación?

  • Demos lugar a un diálogo abierto sobre los cambios que vendrán en casa, planear con anticipación actividades que nos motiven, etcétera

Agencia Excélsior. Febrero 21, 2024.

La transición hacia un hogar donde los hijos comienzan a trazar sus propias rutas, dejando detrás los espacios que una vez compartieron juntos, marca un punto de inflexión en la vida de muchos padres y tutores.

Este fenómeno, conocido como el síndrome del nido vacío, puede evocar una mezcla de emociones, desde la melancolía hasta la esperanza. A medida que nos adentramos en esta discusión, es fundamental abordar las percepciones y realidades que rodean a este cambio significativo en la dinámica familiar, explorando tanto los desafíos como las oportunidades que se presentan.

María Dolores Fernández Morett, nos ilustró en estas páginas:

El síndrome del nido vacío no es un diagnóstico médico. Se refiere al conjunto de sentimientos (enojo, tristeza, coraje, soledad, incertidumbre o gusto) que nos genera el hecho de que los hijos dejen el hogar materno y paterno para hacer su vida de una manera independiente. En ocasiones pueden no ser los hijos, sino algún otro familiar el que se va de casa y nos deja este hueco.

Cada familia vive este proceso de manera diferente, ya que si la familia fue muy unida, a lo que llamamos a veces “familia muégano”, será más difícil la separación que en el caso de una familia en donde cada quien hacía sus cosas y compartían en común contados momentos a la semana.

Influirá también el tipo de dinámica que se dio en la familia, por ejemplo, si el padre fue muy autocrático y él decía cómo se hacían las cosas, a un hogar democrático, en donde todos tenían derecho a exponer sus puntos de vista.

Decía William Shakespeare, aquel escritor inglés muy famoso: “Cuando los hijos están listos para dejar el hogar, es porque allí hubo una buena paternidad”.

Cuestionémonos, pues, ¿qué tanto estamos preparando a nuestros hijos para que sean independientes e inicien su propia vida o qué tanto les estamos controlando la vida con lo cual les resultará muy difícil “volar del nido” familiar?

¿Por qué puedo sentir culpa o vacío porque mis hijos se van del nido familiar?

Esto dependerá directamente, como decíamos, de cómo nos relacionamos con nuestros hijos.

Si hemos logrado una buena comunicación sin misterios ni tabús, haber sabido perder el tiempo con los hijos , es decir, dedicarles tiempo exclusivo a sus intereses personales, a compartir en familia, tendremos frutos muy satisfactorios, pero si por el contrario prevalece el ocultamiento de información, el rigor, la cerrazón, la necedad, el control, la imposición, la falta de perdón, entonces el entorno familiar, al irse los hijos, dejará un olor a vacío, culpa, y duda de si lo hicimos bien, ya se fueron, que rápido se nos fueron, casi ni los disfruté, ojalá vuelvan pronto.

Cuando los hijos se van podemos sentir que nuestra vida no tiene ya sentido, pues si sólo vivíamos para los hijos, sentiremos que el objetivo se cumplió sin pensar que aún nos quedan muchísimos años por delante y más nos vale darle un sentido positivo, y en lugar de preocuparnos ocuparnos en qué vamos a hacer ahora, lo cual está muy lejos de estar metiendo la nariz en la vida de los hijos cuando no nos llamen.

Si el hijo se casó, casa de dos, si el hijo se fue para seguir estudiando, acompañarlo sí, pero desde la distancia sana, en fin, sea cual sea el motivo por el cual los hijos se han ido de casa, y ellos así lo han decidido, el respeto ante la elección será muy importante. En gran parte con esto evitaremos su regreso a casa, junto con el fracaso de su proyecto de vida.

Cuestionamientos más frecuentes para quienes se quedan en el nido vacío:

  • ¿Quién soy?
  • ¿Hacia dónde se encamina mi vida?
  • ¿Qué me interesa apasionadamente?
  • ¿Qué sentido tendrá mi vida?

Ante estos cuestionamientos es determinante la actitud que queramos tomar. El nido vacío puede ser un motivo de duelo, por la pérdida que implica quedarnos solos o sentirnos abandonados o una oportunidad para replantear nuestra vida de otra manera.

Algo que funciona muy bien es que, antes de que se vacíe el nido, demos lugar a un diálogo abierto sobre los cambios que vendrán en casa, planear con anticipación actividades personales que nos motiven y nos ocupen el tiempo de manera adecuada, retomar a la pareja en cuanto a diálogo, paseos, actividades en común, proyectos que se dejaron a un lado, etcétera.

El éxito de los hijos fuera del nido ayudará, en muy buena medida, a amortizar el dolor que causa su ida.

Al enfrentarnos al síndrome del nido vacío, es crucial reconocer que este no tiene que ser un fin, sino el comienzo de un nuevo capítulo tanto para los padres como para los hijos que emprenden su propia vida. La clave reside en redefinir nuestro propósito y encontrar nuevas fuentes de satisfacción y realización personal. Al hacerlo, no solo facilitamos nuestra propia transición, sino que también ofrecemos a nuestros hijos el espacio necesario para crecer y desarrollarse independientemente. Este es un momento para la reflexión, el crecimiento personal y la reinvención, permitiéndonos descubrir pasiones olvidadas y explorar nuevos horizontes con optimismo y apertura.