Agencia Cinemanía. Diciembre 04, 2024.
Para los estudios de Hollywood, es una forma ideal de escatimar costos y asegurarse la propiedad sobre rostros icónicos. Para los actores y los directores, en cambio, la inteligencia artificial (IA) no solo pone en su medio de vida, sino que también amenaza con transformar sus rostros en una mercancía al servicio de las majors (más que ahora, queremos decir).
En una entrevista con el podcast On With Kara Swisher (vía The Guardian), Robert Downey Jr. ha sido el último astro de la pantalla en manifestarse contra este avance tecnológico de implicaciones tan inquietantes. Pero no ha sido ni mucho menos el único: aquí repasamos las declaraciones más sonadas al respecto.
Durante la conversación, Downey admite que la inteligencia artificial no es un tema que le quite el sueño: “Tengo una vida emocional de verdad, y en ella no hay mucho espacio para eso”, declara. Pero también avisa de que tiene clarísimo lo que hará si algún estudio decide apropiarse de sus rasgos mediante IA: “Me gustaría dejar claro que, en el futuro, demandaré a todos los ejecutivos”.
Cuando la anfitriona le hace notar que el estudio de turno seguramente esperará a que haya muerto antes de llevar a cabo esa maniobra, el actor lanza una respuesta socarrona, pero verosímil: “Mi bufete de abogados seguirá muy activo”.
Asimismo, frente a la evidencia de que apoya iniciativas relacionadas con la IA (una de ellos, por ejemplo, la usa para investigar formas de energía limpia) responde con un argumento inapelable: “Al final, no tiene tanto que ver con la tecnología o con la oportunidad de forrarme los bolsillos, sino con ‘¿Quién es la gente que está detrás de esto?”.
Al menos, Robert Downey Jr. se fía de que los mandamases de Marvel no aspiren a convertirle en imagen sintética en contra de su voluntad. “No me preocupa que se adueñen del alma de mi personaje porque allí hay tres o cuatro chicos y chicas que toman las decisiones”, explica. “Ellos nunca me harían eso, con o sin mí”.
La confianza de Downey resulta entrañable, pero podría ser excesiva. Recordemos, por ejemplo, que OpenAI reaccionó a la negativa de Scarlett Johansson a prestar su voz para un chatbot… lanzando el producto con una voz tan parecida a la actriz que resultaba imposible no pensar en ella.
Asimismo, hay estrellas de Hollywood que han reaccionado a esta posibilidad con pánico: “Esto me hace preguntarme, ya sabes, ¿dónde acabará la verdad de los artistas?”, declaraba un “aterrorizado” Nicolas Cage. “¿Van a reemplazarla? ¿A dónde irá a parar el latido del corazón? Quiero decir, ¿qué vais a hacer con mi cuerpo y mi rostro cuando esté muerto? ¡No quiero tener nada que ver con eso!”.
Sean Penn, por su parte, elegía la agresividad: “Así que queréis mis escáneres y datos de voz y todo eso. Bien, pues esto es lo que me parece justo: yo quiero los de vuestra hija, porque quiero crear una réplica virtual suya e invitar a mis amigos a hacer lo que queramos en una fiesta virtual ahora mismo”, espetaba el actor y director, tachando el uso de la IA para crear réplicas de “afrenta a la moralidad”.
La actitud de Penn se vuelve irónica si pensamos que su ex, Robin Wright, protagonizó en 2013 The Congress, la película de Ari Folman que, partiendo de una novela de Stanislaw Lem, predecía un futuro distópico presidido por el escapismo de un Hollywood que recurría a la IA por sistema para controlar la imagen de sus estrellas.
Una predicción que se parecía mucho al pesimismo de Charlie Kauffman: para el escritor y cineasta, “una vez que se permite a los estudios usar la IA para escribir guiones, no hay vuelta atrás”. “No habrá esperanza, porque la inteligencia artificial no puede crear un momento de humanidad”.
De inhumanidad y máquinas en rebeldía, Ridley Scott sabe lo suyo. Hablando sobre la IA, él mismo mencionó a los replicantes de Blade Runner y a Ash (Ian Holm), el androide infiltrado de Alien, para dejar claro que la hipótesis de una máquina pensante aplicada al cine no le gusta en absoluto.
“Mira, si yo voy a diseñar una IA, es para crear para una IA más lista y mejor que tú… entonces esa IA puede intervenir, apagar todas las luces de España o acabar con esto [dice blandiendo su teléfono móvil]”, sentenciaba el director inglés. “Es algo como la bomba de hidrógeno hoy en día, creo que es fascinante, más grande que cualquier bomba”.
Más allá del tono apocalíptico de Ridley Scott, es verdad que la inteligencia artificial no se gana hoy en día tantos titulares como en 2023, cuando su falta de regulación fue uno de los detonantes de la huelga de actores y guionistas. Aun así, su causa latente sigue estando aquí, y esta es la codicia de los estudios: por comparación, incluso los delirios homicidas de HAL 9000 o de Skynet parecen más manejables.