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¿Por qué Nueva York se convirtió en la ciudad de los andamios?

¿Por qué Nueva York se convirtió en la ciudad de los andamios?

  • Implementada inicialmente como Ley Local 10 en 1980, esta normativa surgió tras el trágico accidente de una joven golpeada por un trozo de mampostería.

Agencia Excélsior. Noviembre 14, 2024.

Los andamios en Nueva York son una característica común que responde a la Ley Local 11, una normativa de seguridad que obliga a inspecciones regulares de fachadas en edificios de más de seis pisos. Esta medida, diseñada para evitar accidentes por desprendimientos de mampostería, ha hecho que miles de estructuras de andamios permanezcan instaladas por largos períodos, afectando el paisaje y los negocios locales. Aunque existen alternativas como redes protectoras y monitoreo automatizado, los andamios siguen siendo necesarios en muchas obras. La “plaga de andamios” es un reto para las autoridades y propietarios en Nueva York, que buscan soluciones menos invasivas.

Nueva York es conocida por sus imponentes rascacielos que adornan el paisaje urbano. Sin embargo, hay otro aspecto menos glamoroso que caracteriza a esta ciudad: los andamios. Más de 600 kilómetros de andamios permanentes cubren sus edificios, convirtiéndose en una característica omnipresente del entorno urbano. Pero, ¿por qué Nueva York está llena de andamios?

¿Por qué hay tantos andamios en Nueva York?

La razón principal detrás de la abundancia de andamios en Nueva York se remonta a la Ley de Seguridad de Fachadas, conocida como Ley Local 11. Implementada inicialmente como Ley Local 10 en 1980, esta normativa surgió tras el trágico accidente de una joven golpeada por un trozo de mampostería desprendido. Desde entonces, todos los edificios de más de seis pisos deben someterse a inspecciones periódicas de sus fachadas cada cinco años. Si se detectan problemas, es obligatorio que los propietarios realicen reparaciones inmediatas, instalando andamios para proteger a los peatones.

Nueva York es una ciudad construida hacia arriba, y sus icónicas fachadas de ladrillo y piedra han sido parte de su atractivo histórico. Pero esa belleza también conlleva un costo: el paso del tiempo y los elementos afectan la integridad estructural de estos edificios, aumentando la necesidad de revisiones y trabajos de mantenimiento. Así, la Ley Local 11 no solo busca prevenir accidentes fatales, sino también preservar la apariencia única de la ciudad. Sin embargo, en la práctica, muchos propietarios terminan optando por dejar los andamios durante largos períodos, creando una sensación de obra permanente que se ha vuelto parte del paisaje urbano.

¿Cuál es el impacto económico y social de estos andamios?

El mantenimiento de los edificios implica un alto costo económico. Muchos propietarios optan por mantener los andamios instalados debido a que resulta una solución más económica que realizar reparaciones costosas de inmediato. Esto no solo representa un problema financiero, sino que también afecta la estética de la ciudad y puede ser un foco de delincuencia. Además, con la pandemia de COVID-19, varios proyectos de renovación se aplazaron, acumulándose trabajos pendientes y retrasos en las inspecciones.

El fenómeno ha llegado a tal punto que se habla del “scaffold blight”, que en español se traduce como “plaga de andamios”. A pesar de ser una necesidad para la seguridad, la presencia de estas estructuras afecta el paisaje urbano y perjudica a los negocios locales, que ven obstaculizada la visibilidad de sus establecimientos. Los comerciantes han alzado la voz, denunciando la caída en las ventas y la sensación de abandono que producen los andamios instalados durante años. También, muchos neoyorquinos se han quejado del impacto en la calidad de vida, ya que estos andamios suelen atraer basura y generar espacios inseguros durante la noche.

Ante la insatisfacción con el estado actual de las aceras, algunas empresas han comenzado a buscar alternativas a los voluminosos andamios. Un enfoque innovador es el uso de redes o mallas protectoras que se adhieren directamente a las fachadas de los edificios. Estas redes son capaces de contener escombros pequeños y medianos, evitando su caída sin la necesidad de instalar estructuras tan visibles y voluminosas. Además, son más fáciles de poner y quitar, lo que resulta en un proceso más eficiente y menos intrusivo para el entorno urbano.

Algunas compañías han introducido incluso sistemas automatizados para monitorear las fachadas, que permiten detectar problemas antes de que se vuelvan críticos, minimizando la necesidad de recurrir a los tradicionales andamios. Sin embargo, a pesar de estas innovaciones, los andamios siguen siendo necesarios en muchos casos debido a la magnitud y complejidad de las reparaciones. No obstante, las autoridades de Nueva York están tomando medidas para retirar aquellas estructuras que han permanecido instaladas durante años, como lo demuestra la reciente eliminación de un andamio de 100 metros que llevaba 15 años en el mismo lugar.

La situación de los andamios en Nueva York es un recordatorio de los desafíos que enfrentan las grandes ciudades para mantener su infraestructura segura y funcional sin comprometer su apariencia. Aunque se han eliminado cientos de andamios recientemente, aún quedan miles por retirar, lo que subraya la magnitud del reto y la necesidad de soluciones creativas e integrales. La balanza entre seguridad y estética sigue siendo difícil de mantener, y los ciudadanos, así como las autoridades, buscan un equilibrio que permita a Nueva York continuar brillando como la ciudad icónica que siempre ha sido.

Los andamios son una parte esencial, aunque poco atractiva, del paisaje urbano de Nueva York. Su presencia es un reflejo de la prioridad que se otorga a la seguridad en una ciudad densamente poblada, aunque también plantea retos económicos y estéticos significativos. La búsqueda de alternativas, como las redes protectoras, podría ofrecer una solución más equilibrada para el futuro. Nueva York, como siempre, busca la manera de adaptarse y reinventarse, incluso cuando se trata de enfrentar sus aspectos menos glamurosos.